El oscuro pasado de los plátanos

Cuando la semana pasada escribí sobre animales híbridos encontré un fragmento de información sobre los plátanos que me dejó, dicho llanamente, con el culo torcido: todos los plátanos que hemos comprado en supermercados desde 1960 son genéticamente idénticos.

Los plátanos salvajes, como estos de la variedad “velutina”, no lo son. Hablaré de ello en un momento.

Tampoco me había parado a pensar lo estupendos que son los plátanos hasta que leí sobre ellos: son fáciles de pelar, no te vas a atragantar con ellos, caben en una mano, se puede ver claramente si están maduros o pasados sólo por el color, crecen todo el año… Parecen haber sido diseñados específicamente para el consumo humano. Tanto lo parece que incluso hay quién se lo ha tomado de manera demasiado literal y ha intentado usar los plátanos como prueba de algo que ha sido diseñado y creado por Dios. El tipo que aparece en este vídeo explica la hipótesis totalmente ajeno al ridículo que está haciendo porque, en realidad, el plátano que sostiene entre sus manos es un invento humano.

¿Cómo que un invento humano? ¡Los plátanos han existido desde siempre, mucho antes de que pudiéramos controlar los genes de los seres vivos!

No hace falta material de laboratorio para “fabricar” plantas nuevas y, de hecho, llevamos haciéndolo desde que aprendimos a cultivar.

A primera vista, resulta un poco extraño que los plátanos que compramos en el supermercado no tengan semillas, ¿no? Quiero decir, el objetivo de una fruta es contener semillas que puedan ser comidas por un animal cerca del árbol y luego “descomidas” en un lugar diferente junto con un buen montón de nutrientes. Es una manera muy eficiente esparcir tu descendencia y asegurar que, al menos alguna de las semillas, termine encima del suelo adecuado para su desarrollo.

Si una fruta no tiene semillas, quiere decir que los humanos hemos estado metiendo nuestras gloriosas narices por en medio. Echemos un vistazo al interior de algunas especies de plátano salvaje para hacernos una idea de lo diferentes que son respecto a lo que estamos acostumbrados a comer.

(Fuente)

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Esta variedad de plátano es la de la imagen del principio. Podéis ver más fotos de esta curiosa especie haciendo click aquí.

Ahora que hemos visto lo poco apetecibles que resultan estas cosas en estado salvaje y, teniendo en cuenta que las semillas de plátano salvaje son muy duras y ocupan gran parte del volumen de la fruta, podemos suponer que la comercialización de estas especies seguramente no sería demasiado rentable.

Pero hace ya miles de años nos dimos cuenta de que, si el polen de una especie de árbol frutal salvaje se colocaba en la flor de otra especie parecida, el fruto de la planta que crecía de sus semillas era muy diferente que cualquiera de la que dan sus “padres”. Pero, como ocurre con los animales, las frutas de estas plantas híbridas tampoco tienen la capacidad de reproducirse.

Los plátanos sin semilla que encontramos en el supermercado son el resultado de la reproducción entre dos especies de árbol frutal salvaje diferentes. En concreto, la musa acuminata (cuyos frutos tienen un sabor horrible) y la musa balbisiana (que contienen tantas semillas que no te la puedes comer).

En naranja, la localización de la M. balbisiana y, en verde, la M. acuminata. (Fuente)

Como explicaba el otro día para el caso de los animales híbridos que no pueden reproducirse, la naturaleza usa el mismo sistema de prevención para evitar que las plantas híbridas tengan descendencia, así que lo único que queda de las semillas son esos puntitos negros que, por mucho que los plantes y los riegues, nunca van a crecer.

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¿Entonces cómo diablos tenemos los supermercados llenos de plátanos, si no se pueden reproducir?

Aunque las semillas no les sirvan de nada, las plantas que dan los plátanos pueden volver a crecer a partir de trozos de sus raíces o del tallo que se encuentra bajo tierra (son un organismo clónico, como los que explicaba en esta otra entrada). Es por eso que, una vez obtenido un ejemplar de una variedad nueva que tiene unas características concretas, su población puede multiplicarse en otro lugar del mundo (donde las especies originales no existan) usando sólo pedazos de raíces y las plantas nacidas de esas raíces tendrán el mismo material genético que el individuo original, por supuesto.

Y por eso decía al principio que todos los plátanos cultivados y consumidos desde 1960 son prácticamente iguales desde el punto de vista genético.

Hasta ese año, la variedad de plátano que se cultivaba mayoritariamente era la Gros Michel, una variante de la m. acuminata más dulce que los plátanos actuales. ¿Habéis notado alguna vez que las golosinas con sabor a plátano no saben a plátano? Pues no os están tomando el pelo, lo que pasa es que tienen el sabor de la Gros Michel.

Pero durante los años 50 apareció la enfermedad de Panamá, causada por un hongo que infectó y devastó muchas plantaciones de Gros Michel por todo el planeta. Es lo que tiene el cultivo masivo de clones: el hongo sólo tiene que aprender a atacar a un solo individuo para arrasar toda la población.

Los agricultores, hartos de escapar de la enfermedad intentando establecer plantaciones en lugares donde no aún no había llegado, terminaron por dejar la Gros Michel y adoptar una variedad vietnamita de plátanos que era más resistente a esta plaga. Esta otra variedad, la Cavendish, es la que comemos hoy en día

Por lo que he leído, entre los expertos en plátanos está muy mal vista por que es más sosa que la Gros Michel. En este vídeo aparece un señor (que dice haber escrito mucho sobre el tema) conteniendo muchísimo su emoción mientras prueba por primera vez en su vida una Gros Michel.

Pero incluso en la actualidad podríamos tener que despedirnos de la Cavendish y acostumbrarnos a un nuevo tipo de plátano, ya que una enfermedad llamada sigatoka negra amenaza el cultivo de Cavendish a escala global. Esta enfermedad ennegrece las hojas de la planta, impidiéndole realizar la fotosíntesis y, por tanto, privándola de la energía que necesita para desarrollar frutos.

La prevención de esta enfermedad sale muy cara (unos 2.500.000.000$ anuales a nivel mundial) y el rendimiento de las plantaciones infectadas baja a la mitad, así que se han empezado a investigar variedades nuevas que resistan a la enfermedad, pero de momento las que se han encontrado tienen sabores y texturas que no terminan de convencer al público.

Quién iba a decir que, como tema de conversación, los plátanos pudieran dar tanto de sí.

10 pensamientos sobre “El oscuro pasado de los plátanos”

  1. Es la primera vez que me da por comentar, sigo tu blog desde hace ya un tiempo, las entradas son muy entretenidas de leer, siempre encuentras algún tema con el que me engancho de principio a fin.

    Éste de los plátanos me ha dejado flipando con la idea de que algún día cambiarán su sabor y textura y gracias a esta entrada sabré por qué.

    Gracias y buen trabajo.

  2. En Mérida Yucatán México, el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) Ha realizado trabajos para la prevención y control de la Sigatoka Negra en su Unidad de Tabasco México.

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