¡Agarráos los pantalones! Os presento la Cueva de los Cristales, una gruta repleta de formaciones descomunales de selenita encontrada a 300 metros de profundidad cerca de las minas Naica, en México.
(Fuente)
¡MADRE MÍA, QUÉ PERCAL!
En efecto. En su interior se encuentran los cristales naturales más grandes jamás descubiertos, midiendo el más grande de ellos 12 metros de longitud, 4 de diámetro y pesando 55 toneladas.
¡Mira, chaval, si no me explicas ya mismo cómo diantres pueden formarse estas moles, te parto las piernas!
«Selenita» parece un nombre muy romántico para un mineral. Por su apariencia, proviene de la palabra Selene, el nombre que los griegos daban a la Luna pero, en realidad, estas formaciones no son más que un montón de yeso cristalizado.
La Cueva de los Cristales está situada sobre un depósito de magma y, originalmente, estaba inundada de agua (ahora se mantiene seca porque unas bombas la drenan constantemente). Gracias al calor proporcionado por la roca fundida como si fuera un fogón desproporcionado, el agua se mantenía caliente a una temperatura estable de unos 50ºC.
En estas condiciones algunas partículas minerales que componen la roca de las paredes de la cueva se disuelven en el agua, aunque no duran mucho en suspensión dentro del líquido, ya que terminan combinándose entre sí (formando pequeños núcleos sólidos e iniciando un procedimiento similar al de la formación de hielo que comentábamos en esta entrada) y, al aumentar su peso, caen al fondo por efecto de la gravedad o, directamente, quedan pegados a alguna pared cercana.
A medida que se amontonan en pequeñas depresiones e irregularidades en la roca, las moléculas que componen el mineral tienden a ordenarse de una manera una determinada, según las condiciones ambientales: entornos con temperatura y presión cambiantes dan lugar a cristales irregulares mientras que, cuando las dos variables son estables, aparecen cristales muy bien definidos.
De izquierda a derecha, cristales de yeso formados en condiciones cada vez más estables.
El caso de la Cueva de los Cristales es excepcional, inundada durante 500.000 años a una presión y temperatura constantes (50ºC), las moléculas de sulfato de calcio hidratado (la manera seria de decir «yeso») han podido colocarse ordenadamente a su manera sin sufrir contracciones y expansiones que distorsionen la manera en la que nuevo material se adhiere a sus cristales. El resultado son matrices como esta.
Fuente de las imágenes usadas, aquí.
Y, claro, como a nivel microscópico las moléculas tienden a colocarse alrededor de la estructura siguiendo esta matriz, en el mundo macroscópico termina reflejándose este patrón a lo bestia.
Fuente: dsc.discovery.com
Aunque no siempre hay una única disposición molecular estable, puede haber variaciones como esta:.
O esta:
Fuente, aquí.
O las mismas columnas del principio, pero en «miniatura» y pegadas a la pared.
Todo esto es una pasada, pero tiene que tener alguna pega, estoy seguro. Y así es.
Lo malo de todo esto es que el aire de la cueva ronda los 58ºC, con una humedad entre el 98 y el 99% por lo que, aún con trajes especialmente diseñados (básicamente, dos capas de tejido con hielo entre ellas) para pulular por este entorno, una persona puede estar tan sólo 10 minutos dentro antes de acabar exhausta por la deshidratación.
Además, el suelo es resbaladizo y es muy difícil andar sobre él con el traje puesto. Si cayeras, «podrías ser empalado por los cristales puntiagudos que salen del suelo«, como dice este testimonio. De todas maneras, si tenéis ganas de visitarla (personalmente, es nuestro sueño) más os vale daros prisa porque la Cueva de los Cristales no va a permanecer abierta para siempre: cuando las minas de Naica dejen de ser rentables, el sistema de bombeo de agua se apagará y la gruta volverá a inundarse, cerrándola hasta que algún excéntrico millonario decida financiar su reapertura.