La neurología es un campo que del que no sabemos tanto como nos gustaría. No tenemos una idea muy clara de cómo se almacenan los recuerdos o ni siquiera de lo que es exactamente la conciencia, por ejemplo.
Todo esto es una excusa porque nos gusta mirar enfermedades mentales raras por internet y vamos a escribir sobre unas cuantas.
Seguramente habéis oído hablar sobre el síndrome de Estocolmo, que afecta a rehenes que se encariñan con sus secuestradores, pero también existe el caso inverso: el síndrome de Lima, bautizado tras una crisis en la embajada de Japón en Perú en la que un grupo militar tomó por rehenes a cientos de personas, la mayoría de las cuales soltaron a las pocas horas porque los asaltantes sentían simpatía hacia ellos.
Cuatro rehenes del robo de un banco en la capital sueca que empatizaron con el asaltante y bautizaron sin querer el síndrome. A la derecha, su captor.
Otro desorden mental que nos ha llamado mucho la atención es el síndrome de Cotard. Si estás convencido de que está muerto, te estás pudriendo, no existes, no tienes órganos internos o, incluso, de que eres inmortal, probablemente lo sufras.
Uno de los primeros casos, registrado por el neurólogo francés Jules Cotard, fue una mujer que acudió a él diciendo que no tenía ni cerebro, ni nervios, ni nada del pecho, ni estómago, ni intestinos, por lo que se consideraba inmortal y, por tanto, no tenía necesidad de comer. Murió de inanición poco después.
Esta foto no aporta nada, pero ha salido en Google Imágenes al escribir «síndrome de Cotard» y nos ha hecho gracia lo mal caracterizada que está. Crédito: mentalfloss.
Luego hay un conjunto de pequeños desórdenes interesantes que se disparan en forma de episodios breves al experimentar ciertas situaciones.
Cuando alguien se encuentra rodeado de arte en un museo y está particularmente apasionado por las obras exhibidas, puede sufrir un episodio de síndrome de Stendhal: la emoción del momento da lugar a mareos, palpitaciones, vértigo e incluso alucinaciones. El propio Stendhal (era un pseudónimio) dejó su propio testimonio como el primer caso registrado de este síndrome al visitar la basílica de Santa Cruz, en Florencia:
«Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme«.
Algo por el estilo ocurre en la ciudad de Jerusalén (que da su original nombre al síndrome de Jerusalén): cuando algunos visitantes que llegan a la Ciudad Santa se ven sobrellevados por la psicosis religiosa, acompañada de ilusiones de la misma temática. En los casos más radicales, el afectado cree que es alguno de los personajes de la Biblia y empieza a actuar como tal.
No es la única ciudad que despierta psicosis: a algunos turistas que visitan la ciudad de París sufren que el síndrome de París (la originalidad de los psiquiatras es notable). Lo curioso sobre los episodios de este síndrome es que suelen ocurrir entre turistas japoneses.
Dicho llanamente: algunos turistas japoneses tienen una visión extremadamente idealizada de la capital francesa y, al visitarla, descubren que hay gentuza, como en todos lados y que no es ni la mitad de maravilloso que habían imaginado. Esto, combinado con las grandes diferencias culturales y la barrera del idioma, es el detonante de este síndrome que puede llegar a desembocar en episodios de ansiedad, taquicardias, sudores, mareos e incluso despersonalizaciones.
Estamos hartos de no poder poner suficientes imágenes en este tipo de entradas, así que aquí la acabamos. FIN.