Una fracción no despreciable de las preguntas que me mandáis son del estilo ¿La radiación del móvil es cancerígena? o ¿El Wi-Fi me provocará cáncer? y creo que casi todas estas preguntas aparecen debido a una confusión básica: el uso del término «radiación».
Cuando escuchamos la palabra «radiación» nos vienen a la cabeza Chernobyl y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki y, en seguida, si se nos dice que algo la emite, pensamos que algo parecido está teniendo lugar en nuestros bolsillos. Pero nada más lejos de la realidad.