Es muy probable que alguna vez hayáis oído hablar del famoso «evento de Tunguska», la gran explosión que tuvo lugar en 1908 sobre Siberia y que devastó más de 2500 km² de bosque. Las evidencias recopiladas hasta la fecha apuntan a que el causante de esta destrucción fue un cometa que se desintegró a unos 5 o 10 kilómetros de altitud, liberando una energía equivalente a entre 10 y 15 megatones. En comparación, el mayor dispositivo explosivo jamás construido, la Tsar Bomba, rondaba los 50 megatones.
Pues, bien, resulta que otro evento similar ocurrió sólo 22 años después en el noroeste de Brasil, cerca del río Curuçà. Pero, a diferencia de Tunguska, esta vez cientos de personas presenciaron la caída de las bolas de fuego.
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