Ayer repasaba la lista de preguntas que me habéis mandado al e-mail (jordipereyra@cienciadesofa.com) y encontré una que había olvidado por completo, pero que en su día me pareció tan interesante que he pasado la noche autoflagelándome como castigo por haberla olvidado durante meses: ¿De dónde sale el calor que nos mantiene vivos? Es decir, ¿qué parte parte de nuestro cuerpo lo produce?
Sin más dilación, empecemos por poner algo de contexto.
Todos hemos oído alguna vez que el cuerpo humano funciona de manera óptima cuando se encuentra a una temperatura de entre 36,1ºC y 37,2ºC (o algo parecido). ¿Por qué precisamente ese rango de temperaturas y por qué nuestra vida empieza a peligrar cuando nos alejamos de estos valores?
Oye, estás muy preguntador hoy, ¿eh? No sé si te has olvidado que aquí soy yo quién se encarga de cuestionar las cosas.
Ay, sí, perdona, voz cursiva, la próxima te la dejo hacer a ti.
Pues resulta que los seres vivos estamos hechos de materia (notición). Pero, al contrario que la materia inerte en general, nuestros cuerpos cuentan con una variedad tremenda de moléculas distintas y muy complejas.
Esto se debe a que, al contrario que la materia inerte, los seres vivos nos pasamos el día dando vueltas por ahí, buscando comida, procesando esa comida para asimilarla, orientándonos por el mundo, renovando constantemente los distintos tejidos que nos componen, reaccionando a los estímulos que ocurren a nuestro alrededor o codificando nuestra información genética en nuestro ADN, por poner unos pocos ejemplos. Cada uno de estos procesos distintos necesita moléculas diferentes para llevarse a cabo que, además, sean compatibles entre sí.
De ahí que el carbono, un elemento capaz de formar una mayor variedad de moléculas que el resto de la tabla periódica junta, sea el elemento básico para la vida. Y no sólo eso, sino que además el carbono también permite la formación de moléculas tremendamente grandes y complejas.
Un proteasoma: una proteína grande encargada de degradar otras proteínas dañadas o no necesarias. Una obra del carbono. Crédito: molekuul.be