Isma Garou me preguntaba hace unos días si, igual que existe una temperatura mínima posible, hay una temperatura más alta que nada pueda superar. Y resulta que el tema es bastante interesante, así que toca hoy toca hablar del calor.
Vale, pero espera un momento. Por una vez, ¿podrías responder «sí o no» y dar una cifra, sin irte por las ramas?
Podría, voz cursiva, podría… Pero entonces no aprenderíamos nada sobre el efecto que tienen las temperaturas extremas sobre la materia que nos rodea.
Pfff…
Como había comentado en esta otra entrada, la temperatura no es más que un reflejo de la velocidad a la que se mueven los átomos de una sustancia: cuanto más rápido vayan, más caliente nos parecerá que está. Este es el motivo por el que la temperatura más baja que puede alcanzar un objeto son -273,15ºC, el llamado cero absoluto, que tendría lugar cuando sus átomos están completamente quietos.
Y, como ya he comentado otras veces, la materia sufre diferentes cambios a medida que su temperatura aumenta.
Una sustancia permanecerá en estado sólido mientras sus átomos se muevan lo suficientemente despacio como para que sus enlaces los puedan mantener unidos. Pero, si la temperatura empieza a aumentar, llega un punto en el que los átomos vibran con tanta violencia que ya no son capaces de mantenerse enlazados. Es entonces cuando la estructura rígida que forman los átomos se desmoronará y la sustancia pasa de ser un sólido a un líquido.
Como dato adicional, la sustancia que tiene el punto de fusión más alto conocido es una «aleación» de hafnio, tántalo y carbono que no se funde hasta que alcanza 4.126ºC.
Polvo de carburo de tántalo (sin el carburo de hafnio). (Fuente)
Pero, como habréis imaginado, existen temperaturas más altas.