Todos sabemos que el punto más alto del mundo es la cima del Everest… Siempre que contemos los metros a partir del nivel del mar.
Pero si tenemos en cuenta el tamaño de la montaña desde su base, sin importarnos si lo que la rodea es agua o aire, entonces el Mauna Loa, uno de los cinco volcanes que componen la mayor isla de Hawaii, supera el récord con 9.170 metros, comparado con los 8.850 del Everest.
¡Oh, vaya, qué monstruosidad, volcanes de más de 9 kilómetros de altura, madre mía!
Si esto te sorprende, agárrate los pantalones, que no es nada comparado con las barbaridades que hay esparcidas por el resto del sistema solar.
Primera parada, nuestro polémico vecino rojo.
Marte es ahora un mundo sumido en un silencio que sólo interrumpen ocasionales tormentas de arena o la llegada de alguna sonda espacial extramarciana, pero su superficie no siempre fue así. Señal de ello es que en este planeta podemos encontrar el volcán más grande conocido el Olympus Mons (el Monte Olimpo), que deja en evidencia a cualquier formación geológica terrestre.
Si su altura, de 22 kilómetros, ya resulta impresionante, más lo es su extensión. En el siguiente dibujo aparece representada la superficie que ocupa el Olympus Mons, en comparación con Francia.
Crédito: wikimedia.
Pero entonces, el día que eso reviente va a salpicar hasta aquí…
Por suerte o por desgracia, hace mucho tiempo que Marte está geológicamente inactivo y este es el por qué:
Para que haya movimiento en la corteza de un planeta se necesita energía, y esa energía proviene del calor generado en su núcleo.
El interior de nuestro planeta es líquido porque el núcleo no deja de emitir un calor tan intenso que es capaz de fundir la roca. Parte de este calor es debido a la presión a la que está sometido el núcleo, otra parte a la energía liberada por la descomposición de elementos radiactivos y otra es lo que queda aún de la fricción producida hace miles de millones de años durante la formación del planeta a base de colisiones entre cuerpos celestes cada vez más grandes. Todo este calor es el que impulsa las corrientes de convección en el material líquido del manto terrestre, responsables del desplazamiento de la corteza sólida de la Tierra.
Crédito: BBC.
Pero, poco a poco, toda esa energía se disipa hacia el espacio y, como no hay manera de volver a llenar el calor que se pierde, la Tierra se enfría muy lentamente. Mientras esto ocurra, el material que se mantiene líquido gracias a las altas temperaturas se irá enfriando y, por tanto, solidificando, empezando por las zonas más cercanas a la corteza. El resultado es que la corteza se volverá cada vez más gruesa hasta que, finalmente, todo el interior de la Tierra sea sólido. Sin magma que suba hasta la superficie, las placas tectónicas se detendrán y el campo magnético, movido por la rotación del núcleo, desaparecerá.
Toda esta historia ya le ocurrió a Marte. Al tener una masa unas 9.35 veces menor que la Tierra, contenía menos calor y lo perdió mucho antes, así que ya no tenemos que preocuparnos de que el Olympus Mons lance un chorro de pedazos de nuestro vecino en nuestra dirección.
La siguiente parada de nuestro tour volcánico por el sistema solar nos lleva hasta una de las cuatro lunas más grandes de Júpiter, Ío, el cuerpo más activo del sistema solar, con unos 400 volcanes entrando en erupción non-stop. El más alto de ellos mide 17.160 metros, el doble que nuestro Everest, y eso que este satélite de Júpiter mide tan sólo 3.480 kilómetros de diámetro, comparado con los 12.756 de la Tierra.
El volcán Tvashtar soltando una nube que se extiende 330 km por encima de la superficie del satélite. NASA/JPL.
El satélite está compuesto de rocas ricas en silicatos y sufluro de hierro, por lo que sus volcanes emiten compuestos de azufre que terminan depositándose en la superficie, lo que tiñe el satélite con una gama de tonalidades amarillentas y anaranjadas.
NASA/JPL.
Los círculos más intensos en la superficie son depósitos recientes de material expulsado por los volcanes y que ha vuelto a caer alrededor de éstos.
Pero, si Marte es más pequeño que la Tierra y está inactivo y, a su vez, Ío es más pequeño que Marte, ¿Cómo puede un cuerpo tan pequeño mantener el calor sin enfriarse?
Ío orbita alrededor de Júpiter, el objeto más masivo del sistema solar y tiene como vecinos otros 3 satélites de tamaño considerable, Europa, Ganímedes (que, de hecho, es más grande que el planeta Mercurio) y Calisto por lo que, cuando uno de estos satélites se alinea con Ío y Júpiter, Ío queda atrapado entre dos campos gravitatorios opuestos.
Si algo en esta imagen está a escala es pura casualidad.
Las fuerzas opuestas tiran de Ío en direcciones diferentes y lo deforman mientras dura la alineación. Cuando esta termina, gravedad de Júpiter y la propia cohesión de los moateriales que componen el satélite devuelven a Ío a su forma normal. Estos continuos estiramientos y contracciones generan fricción en el interior del satélite, lo que a su vez emite las grandes cantidades de calor, lo que mantendrá a Ío activo mientras su órbita siga siendo la misma.
Y… Y… ¡Nada! ¡Ya está! ¡Esto es todo por hoy!