En la vida os podéis encontrar con dos clases de animales, ¿no? Sí, claro, ya sabéis, los de sangre fría y los de sangre caliente, ¿eh? ¿A que sí? ¿EH?
Pues no. En realidad estos dos términos son una manera muy burda e incompleta de clasificarunas estrategias muy interesantes con las que la evolución ha dotado a los seres vivos para que modulen su temperatura corporal de la manera más eficiente posible, según el entorno en el que viven. De hecho, la sangre de la mayoría de los animales de “sangre fría” ni siquiera está fría de verdad.
Una serpiente, como animal «de sangre fría» por excelencia, enroscada alrededor de un brazo humano, «de sangre caliente». (Fuente)
Me explico.
Como comentaba en esta entrada en la que explicaba de dónde sale el calor del cuerpo humano, a los seres humanos nos mantienen con vida una serie de reacciones químicas que tienen lugar en cada célula de nuestro cuerpo. Pero el ritmo con el que se suceden estas reacciones está determinado por la temperatura: si la temperatura de nuestro cuerpo es muy baja, entonces estas reacciones químicas tienen lugar demasiado despacio como para responder a las necesidades de nuestro metabolismo… Y entonces morimos de hipotermia. Si nuestra temperatura corporal es muy alta, muchas de las moléculas que componen nuestras células empiezan a degradarse y convertirse en sustancias que no son compatibles con estas reacciones químicas. Y, de nuevo, ahí está la muerte.