Iba a escribir un especial sobre química, pero con el primer tema que iba a tratar me estaba alargando tanto que he decidido convertirlo en un capítulo sobre uno de mis elementos favoritos de la tabla periódica: el mercurio.
Este elemento ha alimentado la curiosidad del ser humano desde su descubrimiento. Y, hablando de alimentación, la curiosidad humana no es lo único que se ha nutrido de las interesantes propiedades de este elemento: el emperador chino Qin Shi Huang murió en el año 210 a.C. porque tomaba regularmente un brebaje de mercurio que había mandado desarrollar a sus alquimistas, pensando que esta sustancia le otorgaría la inmortalidad.
«Si es bonito, es sano«, Qin Shi Huang emperador chino.
El hecho de que sea el único metal que se encuentra en estado líquido a temperatura ambiente (aunque el galio también puede estarlo, si vives en un lugar muy caluroso) es el motivo por el que su símbolo químico es Hg, en alusión a su nombre latín hidrargium, que viene de hidros, «agua» y argentum, «plata».
Otra cosa que sorprende de este elemento es su densidad, que ronda los 13.6 kilogramos por cada litro de material, el equivalente a sufrir una luxación de muñeca al intentar levantar un botellín de Font Vella lleno de este elemento.
De hecho, como las cosas menos densas flotan sobre las que lo son más, casi todos los elementos que nos rodean en nuestro día a día pueden flotar sobe el mercurio. Por ejemplo, aquí tenéis a un tipo lanzando una bala de cañón de hierro (densidad, 7.87 kg/litro) en una piscina de mercurio para la BBC.
Estaría bien que en el vídeo hubieran enseñado otros materiales más densos que el mercurio que sí se hunden en este metal líquido, como por ejemplo el uranio (18.95 kg/l), el oro (19.3 kg/l), el osmio (22.16 kg/l). No me creo que en la BBC no puedan permitirse comprar un lingotillo de oro para hacer una demostración rápida pero, de todos modos, en su defensa debo decir que la prueba tampoco sería recomendable, ya que el oro tendería a amalgamarse con el mercurio, liberando una gran cantidad de calor y…
¡Eh, para el carro con las palabras extrañas!
¡Calma, voz cursiva, ahora lo explico!
Una amalgama es una mezcla entre el mercurio y otro metal. Básicamente, cuando juntas cualquier metal (que no sea hierro, tungsteno, platino o tántalo) con el con mercurio, el primero se disuelve en él y ambos pasan a formar un sólo compuesto.
Amalgama de mercurio y oro. Fuente: aquí.
De hecho, el mercurio se usó durante mucho tiempo en la minería porque se amalgama con las pequeñas partículas de oro contenidas entre la arena y las rocas. Esto facilita mucho la extracción de oro porque puedes meter todo tu material en un recipiente con mercurio, darle un meneo para que entre en contacto con la mayor cantidad de oro posible y la disuelva, recuperar la amalgama líquida y disolver el mercurio que contiene con un ácido o evaporarlo para que sólo quede el oro atrás. Pero, claro, el uso del mercurio en la minería se tuvo que prohibir cuando se descubrió que es un metal extremadamente tóxico y que los residuos desataban el caos en los ecosistemas cercanos (y en los cuerpos de los propios mineros).
Y, sabiendo esto, tal vez os alarme conocer el siguiente dato: las amalgamas de plata-mercurio, por ejemplo, se usan en implantes dentales. Pero ojo, que no tenéis por qué preocuparos porque estos implantes no son tóxicos, ya que la mezcla forma un material sólido muy resistente a los ácidos que nos llevamos a la boca y al estrés mecánico de la masticación. Por tanto, el mercurio no tiene manera de salir del empaste y entrar en nuestro cuerpo cuando se encuentra en este estado.
En cualquier caso, no hace falta lanzar un metal dentro de una piscina de mercurio para que la reacción que produce una amalgama tenga lugar, ya que puede atacar a otros metales incluso en pequeñas cantidades, como demuestra el siguiente vídeo:
En condiciones normales, el oxígeno de la atmósfera reacciona con los átomos de la superficie del aluminio formando una fina capa protectora de óxido de aluminio impermeable que impide que más oxígeno penetre en el interior de la pieza y la debilite desde dentro.
Pero el mercurio es más valiente que el oxígeno y sí que es capaz de colarse a través de esa capa de óxido de aluminio, impidiendo que se forme una barrera continua que proteja el resto del material contra el oxígeno y permitiendo que el oxígeno penetre en la estructura. Esto forma nuevas capas de óxido que a la vez son atravesadas por el mercurio y el oxígeno, formando más capas… Y al final acaba todo lleno de grietas y la estructura hecha un desastre.
De hecho, el mercurio es tan efectivo rompiendo la barrera natural del aluminio que el tipo de este artículo de POPSCI.com dice que, durante la II Guerra Mundial, los aliados aprovechaban este fenómeno e infiltraban unidades militares en territorio alemán para untar sus aviones con mercurio y dejaban a los nazis con el culo torcido al ver que sus aeronaves caían del cielo sin explicación alguna.
Moraleja: lo único que impide que un avión se estrelle contra el suelo es una capa microscópica de óxido de aluminio.
Y, después de todo esto, aquí tenéis mis publicidades que podéis ignorar perfectamente.
Ciencia de Sofá tiene un libro nuevo, «Las 4 fuerzas que rigen el universo«. En él hablo sobre cómo las cuatro fuerzas fundamentales dan forma a nuestro universo, su descubrimiento y su efecto sobre nuestras vidas. Por otro lado, el libro «viejo» («El universo en una taza de café«) va por la tercera edición y ahora vuelvo a ofrecer suscripciones a la revista de National Geographic así que, si os interesa alguna de estas propuestas, podéis acceder a una entrada donde las explico con más detalle haciendo click sobre la siguiente imagen 🙂