Hacía tiempo que no colgaba nada en el apartado de patrañas y, teniendo en cuenta que ya escribí sobre la teoría de la Tierra hueca, ahora le toca a la teoría de la Tierra en expansión.
Desde que los seres humanos adquirimos cierta capacidad de raciocinio, empezamos a hacernos preguntas sobre la naturaleza de las cosas que nos rodean. ¿Por qué hay montañas? ¿Y valles? ¿Y acantilados? En definitiva, ¿por qué la superficie de la Tierra tiene esta forma precisamente y no cualquier otra?
Por supuesto, en las primeras explicaciones que se nos ocurrieron aparecían involucrados muchos fenómenos sobrenaturales: una o varias divinidades habían creado el mundo de esta manera y… Bueno, ya está, no hacía falta hacerse más preguntas. Por suerte, a medida que nuestra comprensión de la naturaleza avanzaba, hubo gente un poco más curiosa decidió empezar a pensar en otras alternativas.
A partir del siglo XV, con el descubrimiento de América, la aparición de mapas cada vez mejores despertaron la intriga de los cartógrafos. Cosas como la costa este de América del Sur, que parece encajar con la costa oeste de África casi como dos piezas de un puzzle, podían hacer que te plantearas si esa coincidencia había sido realmente fruto de la casualidad o si, por el contrario, realmente existía alguna razón tras ella.
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Una vez más la humanidad tenía el misterio servido y, con el tiempo, fuimos encontrando las pistas que nos ayudarían a resolver el enigma.
La primera fueron las plantas fosilizadas pertenecientes a la misma especie descubiertas en EEUU y Europa a mediados del siglo XIX por Antonio Snider-Pelligrini. Siendo muy improbable que las semillas de esas plantas hubieran cruzado el océano Atlántico para asentarse al otro lado del charco, llegó a la conclusión de que los dos lugares habían estado unidos hace entre 314 y 280 millones de años y que de alguna manera se habían separado. Siendo un hombre muy religioso, atribuyó la separación de los continentes al diluvio universal, claro.
Con el tiempo se encontraron otros fósiles de animales y plantas muy parecidos entre sí repartidos por lugares separados por grandes trechos de océano que estas especies nunca podrían haber cruzado, lo que ayudó a que la idea de que los continentes habían estado alguna vez unidos cobrara fuerza. Un ejemplo es el mesosaurio, una especie de cocodrilo cuyos fósiles se pueden encontrar hoy en día en Sudáfrica y en el sur de Argentina.
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Pero en aquella época no era fácil explicar este curioso fenómeno porque aún no se conocía la estructura interior de la Tierra (de la que hablaba en esta otra entrada), así que las ideas que empezaron a aparecer estaban fundamentadas en una cantidad muy limitada de evidencias.
A mediados del siglo XIX, James Dwight Dana había sugerido que las montañas y los demás tipos de accidentes geológicos podrían haberse formado si la Tierra había estado en estado líquido en el pasado y se había solidificado con el tiempo al enfriarse. Como el volumen de las cosas disminuye cuando su temperatura baja, la Tierra se habría contraído mientra se solidificaba y habrían aparecido montañas y cañones en las zonas donde la superficie sólida se fragmentaba y deformaba al verse obligada a ocupar una superficie menor. Pero, claro, esta teoría no explicaba cómo los continentes se habían separado… Más bien predecía todo lo contrario, que no se ajustaba a la realidad.
En 1889 a Roberto Mantovani se le iluminó la bombilla: sugirió que la separación de los continentes podría explicarse si la Tierra había sido más pequeña en el pasado, con todos los continentes juntos formando una superficie sólida continua alrededor de todo el planeta, y con el tiempo el planeta se había ido expandiendo hasta que los continentes se habrían separado y adoptado su posición actual. Y de ahí surgió la teoría de la Tierra en expansión.
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La idea tenía tener lógica, pero planteaba una pregunta aún más complicada. Si este era el caso, ¿qué es lo que estaría haciendo crecer la Tierra?
Una manera es que en el núcleo de la Tierra se estuviera generando masa nueva constantemente y que ese material recién creado estuviera empujando el resto de las capas del planeta hacia afuera. Pero hay un problema de base bastante importante tras esta hipótesis: la masa no aparece de la nada así porque sí.
Consciente de ello, Ivan Osipovich Yarkovsky propuso que la Tierra podría estar absorbiendo éter del espacio y convirtiéndolo en masa. Antes de que se descubriera que el espacio está vacío, mucha gente creía que el universo estaba inundado por éter, un elemento muy ligero que serviría como medio de propagación para la luz y la gravedad. Pero hoy en día sabemos que el éter no existe y que, por tanto, no se va a transformar en nada, así que esta teoría queda descartada.
En tiempos más recientes, el dibujante de cómics Neal Adams ha sugerido que la expansión de la Tierra podría ser debida a la creación de materia en el interior del planeta debido a la producción de pares de partículas de materia y antimateria. Dicho de otra manera, se sabe que en un entorno suficientemente energético pueden llegar a aparecer pares de partículas y antipartículas que tienden a aniquilarse mutuamente liberando una gran cantidad de energía.
Pero, claro, la antimateria se desintegra instantáneamente al interaccionar con la materia ordinaria a menos que las partículas sean creadas en el vacío y separadas por un campo magnético… Y el interior de la Tierra está de todo menos vacío, así que cualquier rastro de antimateria que apareciera en el núcleo terrestre sería desintegrado al instante. Aún así, Adams se empeña en decir que la comunidad científica está equivocada mientras intenta venderte el libro donde explica su teoría por un mínimo de 60$. Iríamos apañados si todos los científicos hicieran lo mismo.
Por otro lado, la fuerza gravitatoria de la Tierra también aumentaría si la masa del planeta estuviera creciendo y, por tanto, su influencia gravitatoria sobre otros cuerpos celestes, más notablemente la Luna, también aumentaría. La órbita de nuestro satélite tampoco parece presentar indicios de que en el pasado la Tierra hubiera poseído menos masa, así que podemos descartar esta hipótesis de una vez por todas.
Pero la Tierra podría estar expandiéndose sin que su masa aumentara, ¿no? ¿No tendría más sentido esta idea?
En su época, esta otra hipótesis podría haber parecido lógica porque, al fin y al cabo, cuando un material se calienta, se expande. El problema al aplicarlo a nuestro planeta es que, si por algún motivo la Tierra se estuviera calentando y expandiendo mientras conserva la misma cantidad de material, su densidad disminuiría paulatinamente y notaríamos cómo la fuerza gravitatoria sobre la superficie se debilitaría con el tiempo. Y de esto tampoco parece haber ningún indicio.
Por supuesto, aunque estas cosas las podamos desmentir hoy en día, en su época eran muy difíciles de corroborar y la teoría de la Tierra en expansión no tenía por qué sonar descabellada. Por suerte, en 1912 a alguien se le ocurrió plantear el movimiento de los continentes sin hinchar el planeta.
En su teoría de la deriva continental, Alfred Wegener defendía que los continentes habían estado juntos hace 300 millones de años formando un súpercontinente al que llamó Pangea (del griego pan, «todo» y gaia, «Madre Tierra»). Pero, a diferencia de las otras teorías, él sostenía que los continentes se habían movido sin que nuestro planeta aumentara o disminuyera su tamaño. Pangea era, simplemente, un antiguo continente inmenso rodeado de agua.
Imagen de Pangea con las fronteras actuales dibujadas. En alta resolución, en este enlace. (Fuente)
En aquella época, el origen de las grandes cadenas montañosas se atribuía a la teoría de la contracción por el enfriamiento de la Tierra, una idea que no se sustentaba en la realidad porque, de ser cierta, todas las cadenas montañosas deberían tener aproximadamente la misma edad. Y eso no encaja con la realidad.
Como alternativa Wegener propuso que los continentes no sólo se separan entre sí, sino que también pueden acercarse unos a otros. Según su teoría, cuando dos continentes se «estrellaran» uno contra otro, la zona donde interaccionan se podría «arrugar», formando las cadenas montañosas. Aunque esta idea ofreciera una explicación razonable a la formación de montañas, Wegener no consiguió explicar qué colosal fuerza estaría moviendo los continentes de un lado a otro y sus ideas no recibieron mucha atención.
Más tarde, en 1929, Arthur Holmes describió un fenómeno que sería capaz de mover los continentes: en el interior del planeta podrían existir corrientes convectivas de material caliente que arrastrarían consigo la superficie de la Tierra desde debajo. De nuevo, hablaba de este mecanismo en esta otra entrada.
O, mejor, en un vídeo:
Pero a Holmes tampoco le hicieron demasiado caso por falta de pruebas que respaldaran su hipótesis. De hecho, los grandes avances en el estudio del movimiento de los continentes tendrían que esperar hasta la segunda guerra mundial, una época en la que había muchos barcos militares dando vueltas por los océanos y rastreando el fondo marino en busca de submarinos enemigos con los equipos de sónar que llevaban incorporados.
Herny Hess era un geólogo y almirante la marina de Estados Unidos que dejaba el sónar encendido incluso cuando no estaban metidos en ninguna batalla para poder observar la topografía del fondo marino. Gracias a ello en las profundidades de los océanos descubrió un nuevo tipo de montañas con las cimas planas a las que llamó «guyots» y pudo rastrear miles de kilómetros de suelo oceánico. Estaba claro que bajo el agua aún quedaban muchas cosas por descubrir.
Después de la guerra, el estudio del fondo marino sufrió un boom y, con la ayuda del sónar y muchos barcos, se descubrió una gran cadena montañosa de 80.000 kilómetros de longitud, que da la vuelta al planeta en varias direcciones. En 1953 resultaba evidente que en el centro de esta cadena montañosa existe un cañón que recorre toda la cordillera submarina y que se adentra en el suelo oceánico, partiendo la roca del fondo marino y dividiendo la superficie terrestre en distintas «placas». Y de ahí el nombre de placas tectónicas porque… Bueno, porque tecton viene del griego, que significa algo así como carpintero, en referencia a lo bien que encajan las placas entre sí en sus fronteras y a alguien le pareció apropiada la comparación.
No todas las placas tienen todas sus fronteras bajo el mar. Algunas son visibles sobre la superficie en la forma de grietas o cadenas montañosas (como el Himalaya, por ejemplo). Total, que la superficie de nuestro planeta está dividida de esta manera:
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Pero, llegados a este punto, nadie sabía aún cómo diablos podían moverse esas gigantescas placas sobre las que descansan los continentes.
En la década de los 60, el propio Henry Hess revivió la idea de Holmes de las corrientes convectivas en el interior de la Tierra que arrastraban a los continentes en la dirección en la que fluían. Pero ésta vez él tenía una prueba muy sólida que soportaba su hipótesis: el suelo oceánico es mucho más joven en las zonas cercanas a los cañones submarinos y, a medida que te alejas de ellos, vas encontrando roca cada vez más antigua hasta un máximo de unos 180 millones de años.
En rojo las zonas más jóvenes y en azul las más viejas. (Fuente)
Holmes teorizó que a través de estos cañones estaría saliendo magma que se solidificaría y formaría nueva corteza oceánica que, a su vez, empujaría la corteza formada anteriormente hacia los lados, alejándola de la frontera entre las placas (al vídeo anterior me remito, si queréis darle un repaso para visualizar esto mejor). Poco a poco, con el paso de millones de años, la formación de roca nueva y las corrientes convectivas del manto irían moviendo las placas tectónicas.
Por supuesto, este fenómeno no sólo alejaría los continentes entre sí, sino que haría que otros se acercaran y, eventualmente, entraran en contacto. ¿Qué pasaría entonces en los lugares donde las placas tectónicas se están empujando unas contra otras?
Resulta que la corteza oceánica (con entre 5 y 10 kilómetros de grosor) es más delgada que la corteza continental (entre 20 y 50 kilómetros de grosor) de manera que, en los puntos donde las dos chocan, la corteza oceánica termina siendo forzada a fluir bajo la corteza continental, donde las altas temperaturas vuelven a fundir la roca que la compone y ésta pasa a formar parte del manto terrestre de nuevo. Y esto explicaba, además, por qué no existe suelo marino con más de 180 millones de años de antigüedad.
Y así, por fin…
Eh, eh, espera, espera, que esto huele a conclusión y tú no te vas de aquí sin responderme a esta pregunta. ¿Cómo sabemos que todo esto es verdad? Si las placas tectónicas se mueven tan lentamente y el fondo marino termina metido bajo el suelo, ¿qué prueba observable tenemos de que todo esto ocurre?
Hombre, voz cursiva, ya te echaba de menos. Pensaba que no ibas a aparecer en esta entrada.
Hoy en día la tecnología de GPS nos permite medir cambios muy pequeños en la posición de las placas tectónicas y ahora sabemos que, en general, las placas se mueven a velocidades del orden de centímetros por año, desde entre 10 y 40 milímetros anuales alrededor de la dorsal Mesoatlántica hasta el movimiento de 160 milímetros anuales de la placa de Nazca. En un mapa, los movimientos tienen este aspecto:
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Curiosamente, la tecnología por satélite también nos ha permitido medir si el diámetro de la Tierra está aumentando… Y, desde luego, no parece que lo esté haciendo ahora ni lo haya estado haciendo el el pasado. O sea que, no, la Tierra no se está expandiendo… Precisamente porque, mientras en algunos lugares las placas tectónicas se separan entre sí, en otros puntos del planeta la corteza oceánica está fundiéndose de nuevo al ser enterrada bajo la corteza continental, por lo que la adición de material nuevo a la superficie se ve contrarrestada por el material que vuelve al interior de la Tierra en otro punto del planeta.
En fin, como hipótesis, la teoría de la Tierra en expansión no tiene nada de malo. Fue uno de los primeros intentos de explicar la naturaleza sin recurrir a explicaciones sobrenaturales, lo que es totalmente respetable.
Con los años y una montaña de evidencias, hemos visto que esta idea no se sostiene y que la tectónica de placas explica mucho mejor la realidad.
El problema es que, aún hoy en día, hay gente que sigue promoviendo la teoría de la Tierra en expansión pese a que se haya demostrado su invalidez, ya sea para llevar la contraria inventando conspiraciones que les reportan algún beneficio económico (ya sea vendiendo libros o atrayendo a la gente a sus páginas web) o porque la Tierra en expansión se ajusta a sus propios ideales irracionales (a los Creacionistas, por ejemplo, les gusta mucho llevar la contraria y adoptar cualquier teoría que pueda implicar que la Tierra es más joven de lo que la comunidad científica cree). Y eso es bastante deshonesto.
Y, dicho todo esto, llega la publicidad no invasiva de Ciencia de Sofá.
21 comments
[…] Patrañas (XI): La teoría de la Tierra en expansión […]
Interesante explicación, pero creo que se ha colado un lapsus donde dices «La idea tenía tener lógica, pero planteaba una pregunta aún más complicada. Si este era el caso, ¿qué es lo que estaría haciendo crecer la Tierra?» ¿No faltaría un parecía en ese texto?. Otra alternativa podía ser «La idea tener, tenia su lógica…»
Seguiré leyendo. Un saludo y gracias por el artículo.
Amigo Jordi, es de admirar el esfuerzo que haces preparando un artículo científico argumentativo, explicativo y descriptivo que mucha gente no valora, sin embargo me gusta mucho tu blog y pues espero que siga así, me gustaría que hablaras sobre el c̲r̲i̲s̲t̲a̲l̲ ̲l̲i̲q̲u̲i̲d̲o̲, me parece muy interesante (estudio enfermeria pero aun así me interesa mucho las ciencias fisico-quimicas, muchos exitos
No hay que confundir el cristal (ver Cristalografía) con el vidrio. El vidrio, natural ó artificial mayormente, que entiendo es a lo que te refieres (lunas, vasos, ventanas, …), es un «líquido» ó sólido amorfo, se compone básicamente de sílice carbonato de sodio y caliza, que una vez sufridos un calentamiento de al menos unos 1500º, y tras posterior enfriado a temperatura ambiente, presenta una densidad tan alta que impide el movimiento de sus moléculas entre sí. Puede llevar añadidos en pequeña cantidad, como el plomo y otros, que lo hacen más «blando» y permiten una talla y pulido más fáciles por ejemplo, o lo colorean en masa, etc.. Y otros tratamientos (templado, etc.) que lo hacen menos frágil, mas resistente al impacto, etc. etc.
Muy linda entrada, gracias por tu tiempo.
Podias poner al final una opcion para que te valoren la entrada de 1 a 10
Apoyo la moción! Aunque seamos sinceros, ninguno de sus artículos bajaría del 9 XD
Yo valoraría todas muy positivamente
Ahora me quedo con la curiosidad de cómo quedarán los continentes dentro de millones de años. ¿Se rejuntarán en un nuevo supercontinente?
De hecho, Pangea no fué el primer supercontinente, por lo que no es arriesgado suponer que vuelva a haber otro con casi toda la tierra emergida junta, para volver a separarse.
Podrias hacer un artículo del motor EmDrive?
¿Qué hizo fracturar a la Tierra? Los demás planetas no tienen nuestra característica especial
¿Qué había antes de Pangea?
yo creo que te has esforzado en documentarte pero hay algunas conclusiones erróneas que pueden transformar la ciencia en doctrina.
Por ejemplo, el hecho de que NASA haya comprobado que no hay «expansión significativa» no significa que no se expanda en absoluto y tampoco significa que nunca haya atravesado un periodo de expansión.
A menudo lo que en ciencia se cree que es verdad cambia. No nos cerremos ni a una tierra en expansión, ni a una tierra hueca, ni a universos paralelos, ni a viajes en el tiempo ni a nada. Ya se que la verdad «oficial» es una concreta, pero la verdad oficial no es la verdad. Es simplemente la que se considera mas probable en un momento dado de la historia.
Claro EXISTIÓ un periodo de expansión «significativa» el Bombardeo intenso tardío, pero si hoy en día continuara. Ud no estaría haciendo estos «provechosos» aportes, ni yo contradiciendole…
mola tu blog
Se podria decir que lo que hace que la tierra crezca por los bordes divergentes, creando material, son los gases que hay en el interior que darian cierta fluidez a los materiales del manto… pero… Las cosas como son, un articulo muy extenso que se habria podido resumir con un perfil sismico profundo, donde se mostrara el borde convergente. No hace falta ir a la fisica de particular para explicar el fenomeno.
[…] teorías que indican que LA TIERRA se EXPANDE…ver o esta, […]
Sólo comentar por qué cuando intentas averiguar cuales son de verdad los misterios aún no resueltos de la ciencia, entre ellos suele figurar el de que aún existe cierto desconocimiento de por qué se mueven los continentes (o por qué se mueven de la manera que lo hacen) De hecho no sé exactamente a que se refieren ¿No se ha explicado ya suficientemente por qué se desplazan? Si alguién puede responder tendré una confusión menos. Gracias.
[…] Ciencia de Sofá Patrañas (XI)- La teoría de la Tierra en expansión https://cienciadesofa.com/2015/06/patranas-xi-la-teoria-de-la-tierra-en-expansion.html […]
El geólogo americano se llamaba Harry Hess y no Henry Hess
No sé, soy un neófito, pero, a la distancia, la teoría de una «Pangea» del mismo tamaño que «flota» en a inmensidad del océano y que se separa y se vuelve a unir (¿por cuáles mecanismos?), me parece mucho más ingenua que la de una Tierra en expansión. Pangea tampoco explica por qué los organismos de hace millones de años tendían a crecer más que los actuales. Tiene que haber habido algún cambio de masa-gravedad. Tampoco explica porqué en el fondo marino del Pacífico hay como estriaciones y fracturas que significarían que allí también ha habido un «estiramiento». En fin…